Lo cierto es que los cosméticos no tienen fecha de caducidad, tal y como la conocemos en los alimentos, pero en los envases aparece un sistema de control que indica los meses que el producto permanece en condiciones óptimas desde el momento de su apertura, cuando los componentes empiezan a oxidarse al contacto con el aire.

Se refiere a la vida útil del producto desde que se abre el envase. En él podemos encontrar un número seguido de la abreviatura “M”. Este número indica los meses que el producto está en condiciones óptimas desde su apertura. A través de este sistema se establece su vida útil y garantiza que el cosmético esté en perfecto estado.

Una vez abierto, un cosmético puede deteriorarse debido a una contaminación microbiológica y/o a una degradación de sus ingredientes que puede alterar las características y función del producto, por ello, debemos fijarnos sobre todo en que no desprenda mal olor y en la textura, ya que un indicador de su mal estado es que la capa superior de una crema, por ejemplo, se haya vuelto acuosa.

QUERIDA REMEDIOS, cuenta con un PAO de 6 meses, lo que indica que una vez abierto se recomienda su uso en un plazo de 6 meses, no implicando que necesariamente después de esos 6 meses ya no se pueda usar y mas en este caso, ya que se trata de una formula casi anhidra(con muy poca presencia de agua), lo que la hace muy poco susceptible de ser contaminada.

 Hay que tener en cuenta que muchos de los productos cosméticos contienen agua, además de estar sometidos a bruscos cambios de temperatura, humedad, y que entran en contacto con el aire, convirtiéndose en un caldo de cultivo idóneo para la proliferación de microorganismos, con lo que la seguridad y la eficacia del producto puede verse comprometida. El PAO se calcula teniendo esto en cuenta, por eso es tan importante no consumir ningún cosmético cuando se aprecie cualquier signo de deteriror0.

Obviamente hay cierto margen: tras «doce meses y un día» el producto no va a sufrir un deterioro repentino notable. Y tampoco sufrirá lo mismo un producto que se haya utilizado una vez, o veinte veces, o cuyo aplicador lo mantenga aislado del aire, o sea un tarro en el que metemos la mano, o le hayan entrado arenas, o agua de mar, o haya estado al sol, o nos lo hayamos dejado mal cerrado en la bolsa de la playa, o tirado en un cajón del armario del baño. Hay múltiples factores que pueden hacer oscilar esta medida y es por ello por lo que debemos ser cautos y siempre tener en cuenta las indicaciones del fabricante y las recomendaciones de uso y conservación.